“Para componer o cantar bien, resulta más importante comprender las ideas y las palabras, sentirlas y expresarlas con gusto y emoción que saber el contrapunto”.(Caccini “ Le Nuvoe Musichez”; 1602)

Es importante resaltar en primera medida, la tradición que posee la música escénica y su condición antiquísima en la sociedad. Desde hace mucho tiempo, la música escénica ha tenido una importante concepción dentro de las artes representativas, puesto que genera un carácter diferente y mucho más consolidado a dichas representaciones y genera sensaciones más vivenciales para los espectadores.
Por ejemplo en el pueblo helénico música escénica representaba una gran intervención en la sociedad; en la civilización romana, hizo su presencia en el teatro; y durante el Renacimiento, la música era parte vital de los espectáculos teatrales.
Sin embargo, cabe anotar que aun cuando la música estaba presente en las artes representativas y hacía parte de un sinnúmero de montajes y propuestas, es con el nacimiento de la Ópera con que se da un punto de partida a una tendencia donde es la música quien más que ser un elemento de acompañamiento, se convierte en el principal elemento de las artes que hacían uso de la representación. Con esto, una revolución tomó lugar puesto que ya no eran el foco
de atención las obras de polifonía y las composiciones con grandes arreglos y maestros; sino surge un estilo propio que consiste en la creación de una melodía y un acompañamiento para esta.
En otras palabras, la creación de cuerpos de múltiples voces, todas con un estado de homogeneización, se transforma en una única que prevalecerá sobre todas y que transformará dicha construcción en un acompañamiento armónico a la melodía líder. Este movimiento dramático vendría a desplegarse por toda Europa en contra de la tendencia a la austeridad y severidad que antes reinaban.
Es entonces este último punto el que podría generar más interés en aquellos que analizan el cambio artístico al paso del tiempo, puesto que la evolución de la Ópera, como fue llamada en Italia y cuyo significado era “obra” (musical) fue de tal velocidad y de tal magnitud que concuerda con lo que muchos historiadores niegan, que es la posibilidad de un cambio repentino (en cierto modo) desligado de todos los cambios previos y evoluciones artísticas que normalmente tienen como constitución un periodo considerable de cambio y un surgimiento de lo que ya existe; lo que en últimas podría ser entendido como un ensanchamiento, un contraste o una variada imitación algo ya realizado.
Así como cualquier cambio histórico es un acontecimiento que tiene su preparación desde mucho antes a su aparición, el surgimiento de la Ópera se da de la misma forma, no sin dejar claro que aun cuando no puede hablarse de una aparición espontánea en la sociedad, su llegada a esta fue relativamente súbita y su impacto y despliegue de igual forma.
Resulta necesario aclarar que el nacimiento de la Ópera no es el mismo nacimiento del drama con canto sino el del estilo musical dramático. Este último se diferencia por aquellos aspectos teóricos y técnicos que hicieron que los componentes escénicos y dramatúrgicos pudieran traducirse en términos musicales.
El término polifonía, que antes del surgimiento de la Ópera en el siglo XV, consistía en la búsqueda de una consonancia entre sonidos y cuya importancia
era homogénea sin tener en cuenta alguna noción de acorde armónico, representaba la tendencia predominante en términos de creación musical. Mientras que con el surgimiento de la Armonía, cuya función era generar una concordancia entre sonidos que pudiesen ser escritos bajo ciertos aspectos técnicos, fue uno de los descubrimientos más importantes en términos de construcción musical, término que hasta antes del siglo XV era ignorado.
La gran diferencia que tenía este nuevo concepto y esta nueva concepción del estilo dramático con aquel que desde la antigua Grecia con las tragedias musicales predominaba, era que este primero estaba sujeto a la construcción técnica de diferentes tipos de mezclas armónicas y de acordes. Además la aparición de diferentes conceptos como el “acorde de séptima de dominante” o la modulación (paso de una tonalidad a otra), son elementos vitales para el nuevo estilo puesto que permiten desarrollar efectos de contraste de sentimientos o furor de pasiones que le dan un color diferente a la interpretación musical y variaciones en acciones.
Sin embargo en sus inicios, la idea de una monodia resultaba para algunos un campo inexplorado y lejos de la tendencia existente, por eso artistas como Orazio Vecchi (1550-1665), continuaron creando comedias musicales siguiendo la misma tendencia de los madrigales, es decir, varias voces, todas con una intensidad similar y un recitador que se encargaba de explicar la pieza, para que esta fuese posteriormente desarrollada por el coro y los instrumentos. La polifonía seguía triunfando; el coro expresaba alternativamente los sentimientos de cada personaje. (A.RIBÓ;1910; Pág 71).
El drama musical moderno, nace de un cenáculo florentino dirigido por el Conde de Vernio Juan Bardi a finales del Siglo XVI, donde varios artistas buscaban encontrar algún estilo que les permitiera desligarse de la sencillez dominante en la antigüedad y generar un color diferente en la concepción de arte; mezclando las artes escénicas directamente con la construcción musical y armónica. Un simple ejercicio de producción espontánea con un aparte de La Divina Comedia, desarrollado por Vicente Galilei, fue el primero en poner en práctica la regla y el ejemplo, y si bien su aceptación por parte de los miembros del cenáculo fue muy grande, el escándalo esparcido entre los músicos antiguos fue impensable. Después de esto, fue el mismo director del cenáculo junto con otros académicos de la música, quienes decidieron establecer y fortalecer las reglas de este nuevo estilo, que ya en los 1560s estaba dando mucho de qué hablar. La primera Ópera fue La Dafne, de Peri, en Florencia en 1597.
El nuevo estilo que con las variaciones o adornos provocaban cosquilleos en quienes escuchaban, según lo decía Caccini, vienen a ser “inventados” o estrictamente fortalecidos para darle un triunfo definitivo por Claudio Monteverdi (1568-1643), quien más que intentar ensamblar la música con un texto poético, pretendía interpretar con su voz los movimientos del corazón; lo que ya en un inicio marca una drástica diferencia entre la voz que interpreta los sentimientos y la voz hablada.
Monteverdi no sólo considera que la música debe expresar los sentimientos de tristeza o paz, sino que debe explorar todos aquellos que al ser humano le conciernen como tal y considera que el odio y el cólera o los movimientos violentos del alma, pueden ser expresados por la voz y la interpretación, alejándose así de la tendencia a los ritmos tranquilos y moderados que existían antes.
Tras este surgimiento de la ópera como una búsqueda de la interpretación humana y la monodia como elemento de uso, esta y sus características empiezan a esparcirse por Italia, donde tras la creación de numerosas salas públicas en Venecia, o en Bolonia la creación de una gran cantidad de teatros, más de trescientas Óperas se representan en este país entre los años 1637 y 1700.
Florencia, Roma y Venecia (donde en 1637 se creó el primer teatro de Ópera de Europa) serían las principales sedes para el desarrollo operístico durante el siglo XVII. (A.RIBÓ; Pág 77)
Gagliano por ejemplo decía que la Ópera le resulta un espectáculo “verdaderamente principesco, más admirable que cualesquiera de todos; porque asocia todos los placeres más nobles: la invención poética, el drama, el pensamiento, el estilo, la dulzura de las rimas el encanto de la música, los conciertos de las voces y de los instrumentos, la belleza exquisita del canto, la gracia de las danzas y de los ademanes, el mismo atractivo de la pintura en las decoraciones y los trajes”.(A. RIBÓ: pág 80)
El punto donde la Ópera encontró su segunda etapa de desarrollo fue en Nápoles, donde Alessandro Scarlatti (1660-1725) compositor italiano más importante del barroco, vivió y creó obras incomparables, que en su comienzo tenían un corte veneciano tradicional en términos de este género, pero que al paso de los años, fue transformando en un estilo diferente, donde esta aparece como unas melodías eminentemente cantables, unidas a una clara armonía tonalmente centrada. (ROBERTSON, STEVENS; Pág 408)
Aquí, se conoció la llamada Ópera buffa, cuyo corte era más cómico y entendible para el público y que entre sus características se encuentran segmentos hablados y escritos en lengua del pueblo, temas cotidianos, y uso de personajes conocidos de la propia comedia del arte italiana. El barbero de Sevilla de Rossini o las Bodas de Figaro de Motzart, son vivos ejemplos de la Ópera buffa.
Una vez fortalecida y consolidada en el renacimiento Italiano, era inevitable que el resto del continente Europeo, imitara cualquier forma artística que pudiese darse en Italia. Además por el componente geográfico y religioso (Católico) Alemania y Bohemia por ejemplo, fueron los primeros lugares en experimentar la Ópera Italiana en sus territorios.
En la sede del Sacro Imperio Romano, en la ciudad de Viena, fue donde la Ópera Italiana alcanzó su mayor importancia en el norte de los montes Alpes. Sin embargo, en términos de envergadura y montaje, es aquí donde se evidencia una gran diferencia con aquella Ópera veneciana, ya que en Viena, obras como Il
pomo d’oro de Cesti, escrita para las bodas de Leopoldo I en 1667, demostraban un despliegue enorme de producción que incluía orquestas más grandes, decoraciones de mayor envergadura y tamaño, mayor número de coros y un número de cuadros diferentes que requerían cada uno elementos únicos para su puesta en escena; diferenciándose esto entonces de aquella sobriedad compuesta de Venecia.
La Ópera llegó a ser muy famosa en el resto de Europa hacia el siglo XVII, por ejemplo en Londres, William Davenant creó sobre una cancha de tennis el Lincoln’s Inn Fields Theatre, donde con la obra The Siege of Rhodes (El asedio de Rodas) en 1656, dio aparición a este género y estilo dramático, aun estando prohibidas las manifestaciones teatrales y los teatros cerrados.
Tras este surgimiento y esparcimiento inmensurable en todo el continente Europeo, la Ópera ganó lugar en la historia como una manifestación rica en construcción, sentimiento, pasión, expresión, representación y despliegue. Si bien, en sus inicios pertenecía sólo a la clase noble y a las altas sociedades, tras el paso de los años su acercamiento a temas de la cotidianidad y jergas o lenguas populares la hicieron más entendible y accesible para el resto de la sociedad, quienes en ella veían el mayor esplendor y la más grande expresión del arte. Su reunión de componentes hizo de ella un concepto interdisciplinar que abarcó los gustos de muchas naciones que en sus territorios decidieron darle paso a la ola que a ellas se vendría.
Mozart con sus veintidós obras de ópera exploró en este género una forma de expresar y manifestar diferentes tipos de condiciones humanas, sus buffas y sus serias se convirtieron en grandes espectáculos que vendrían a recordarse por siglos.
Christoph Willibald Gluck (1714-1787) con sus 49 trabajos reescribe las formas en que la Ópera ha de construirse dejándola con un estilo de clasicismo puro sin extravagancias vocales en donde las palabras pueden reafirmar su supremacía dramática y evitar el uso de elementos que netamente enaltecían a los cantantes y complacían a los compositores, más que generar impacto a los espectadores; dichos elementos eliminados, proveniente s de la Ópera italiana.
Resultaría interminable una lista de compositores y sus aportes a la Ópera puesto que todas sus variaciones y expresiones han cambiado la forma en que esta se lleva a cabo y el modo en que los compositores abordan sus contenidos. Hacia el siglo XIV ocurren nuevas fragmentaciones en términos de estilo y hacia el siglo XX se convierte en una forma de evolucionar los sentimientos de los espectadores con obras como Giacomo Puccini, quien combinó música efectiva (en términos de sentimientos) con dramas que podrían hacer llorar al espectador; en obras como La Bohéme (1896) o Madama Butterfly (1904).
Es una vasta construcción histórica la que comprende el género de la Ópera, si bien sus cambios desde sus inicios han sido notorios en términos de elementos usados en su elaboración o en temas y subgéneros, la Ópera sigue siendo una de las mayores manifestaciones del ser humano artístico y, si bien no constituye una corriente muy consolidada en ciertos lugares del mundo, en aquellos de los que es oriunda, sigue siendo uno de los pilares de las manifestaciones artísticas, deleitando así siglo tras siglo a cientos de espectadores que acuden a ella por la búsqueda de sentimientos a flor de piel y construcciones musicales inimaginables.
BIBLIOGRAFÍA
* “HISTORIA GENERAL DE LA MÚSICA Tomos I Y II” por ALEC ROBERTSON Y DENIS STEVENS Penguin Books Ltd. 1966, 1967, 1968.
* “LA MÚSICA EN EL RENACIMIENTO Tomos I Y II” por GUSTAVE REESE
ALIANZA EDITORIAL S.A. Madrid 1988, 1995
* “HISTORIA UNIVERSAL DE LA MÚSICA” por JESÚS A. RIBÓ.
EDITORIAL PLUS ULTRA, Madrid 1910.
* “THE EARLY HISTORY AND DEVELOPMENT OF OPERA” by VICTORIA AND ALBERT MUSEUM. Available on-line in: http://www.vam.ac.uk/content/articles/t/early-opera/
* “HISTORY OF OPERA” by ROBERT THICKNESSE. Available on-line in: http://www.scottishopera.org.uk/about-opera/history-of-opera
* “TIMELINES IN MUSIC HISTORY: A TIMELINE OF OPERA” by OXFORD UNIVERSITY PRESS (Oxford Music Online). Available on-line in: http://www.oxfordmusiconline.com/public/page/operatimeline
* “DICCIONARIO DE LA REAL ACADEMIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA” Disponible online en: http://www.rae.es/